Hamlet

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Por Rocío Pastor Eugenio.

Hamlet es, posiblemente, la pieza teatral más conocida y representada de la historia. Un ser humano contra las tablas de la venganza, la moralidad, la razón y la humanidad. Diálogos que analizan el interior del alma, que ponen en tela de juicio lo establecido y concibe otras realidades de manera magistral exponiendo las grandes posibilidades de la mente, la dialéctica y la oratoria.

Ahora, llega al Teatro Español en un montaje nuevo, reciclado, reinventado que se representa en las Naves del Español, en el Matadero de Legazpi  de Madrid.

Dirigida por Will Keen y con un Alberto San Juan, que últimamente no para de trabajar, ya le vimos en El Montaplatos y en cine en La montaña Rusa. Ahora, da vida al atormentado Hamlet, seguido por un reparto lleno de rostros conocidos:

Pedro Casablanc, a quien vimos petrificados en José K. Torturado, sigue recogiendo la esencia de las tablas y creando personajes reales y humanos, esta vez se convierte en un Claudio cuya sutil manipulación no permite hacerle odiado.

Junto a él se descubre como actor, el director de Los Ojos y Ahora, cosas que hacemos para no estar solos . En la piel de Horacio:  Pablo Messiez.

Secun de la Rosa, se hace mayor y dejando atrás Guillermito y los niños se tranforma en un cómico Guildenstern.

El reparto lo completan Yolanda Vázquez como Gertrudis, Javivi Gil Valle como Polonio, en el papel de Laertes, Pau Roca; y como Rosencrantz Antonio Gil, al que pudimos ver en AgostoY por último, despechada, malquerida y caótica, la trágica Ofelia interpretada por Ana Villa.

Todos ellos coreografiados por la voz en off de Rosa María Mateo.

Alberto San Juan, que ya trabajase con Will Keen en Traición, defiende las tablas con dignidad, solemne y decidido. Una cumbre como actor que saca adelante a pesar de sufrir una lesión en un pie.

El actor, reconvertido en director, ha creado un montaje limpio, vanguardista, sencillo que presenta un Hamlet en vivo, en carne y hueso, humano, real que crea impulsos, sentimientos enfrentados, pálpitos… creando universos cercanos que se identifican con la rutina diaria de nuestros días: política, prensa, manipulación… las mismas herramientas que presenta un texto clásico imperturbable al paso del tiempo.

La obra marca los tiempos y lanza preguntas necesarias sobre uno mismo y su manera de enfrentarse a la vida y a los demás. Habla de esa responsabilidad intrínseca que todos los individuos contraen al vivir en sociedad. ¿La respetamos? La pregunta queda suspendida en el aire al terminar la función.

El saber si somos conscientes de estar vivos, de nuestros actos, de nuestras acciones y reacciones y de cómo éstas influyen en todos y todo lo que nos rodea. ¿Lo somos?

Reflejo de una sociedad podrida en el dinero, el tiempo y el poder, que ha olvidado la realidad, que ha olvidado ser humana.

Todo ello representado mediante la traducción de Martínez Ache, que ha intentado mantener la rima original en pentámetro yámbico yendo de 11 a 16 sílabas en verso blanco.

Una obra como homenaje a un texto que se llama clásico no por su pertenencia a un tiempo pasado sino por su perdurabilidad como obra maestra, como espejo ante el que todos somos culpables.

 

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