Eleazar Ortiz: “Tengo una responsabilidad con el escenario, hay que intentar hacerlo mejor cada vez”

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Por Rocío Pastor Eugenio.

Elegante, humilde y muy trabajador. Así es Eleazar Ortiz.

El actor ha sido capaz de metamorfosearse en dos diferentes personajes dentro de una misma obra, Los Últimos días de Judas Iscariote, en cuya declamación no hay más de un minuto de diferencia entre ambos y en el que el cambio de vestuario y de personaje debe ser instantáneo.

Y es que la concatenación de proyectos, sobre todo de teatro, marca su ritmo de vida. Ahora es su tiempo y eso le permite disfrutar de cada momento. Anteriormente pudimos verle en La Mecedora, donde dejó claro que la expresión corporal supera las barreras del diálogo.

Para él, los retos son un deber en una profesión en la que estar al día y provocar una evolución constante resulta fundamental.

Hoy, para WOMANWORD, Eleazar Ortiz se desviste de personaje.

WOMANWORD- ¿Cómo creas tus personajes?

Eleazar OrtizLos Últimos días de Judas Iscariote y La Mecedora han sido dos proyectos muy diferentes. El trabajo del cuerpo es para mí algo fundamental, siempre parto de ahí. Las señales corporales dan mucha información al espectador. Hay que mostrar el pensamiento a través del cuerpo. Empiezo de fuera a adentro.

WW- ¿Cómo era tu personaje en La Mecedora?

EO– Me costó mucho hacerlo, era un tipo muy silencioso, difícil para mí porque a veces puedo hablar demasiado, pero es un hombre sin nervios. Mi único afán era que lo que se decía en el texto fuese real. No podía haber ni un titubeo en la voz ni una duda en el cuerpo. Fue todo un reto.

Lo que pasa es que a mí lo difícil me gusta. Como en Los Últimos días de Judas Iscariote, donde cambio de Poncio Pilatos a Satán con todo lo que ello conlleva: colocar la voz, recolocar la energía, hacer que parezca fácil y que nadie note que es el mismo actor. He intentado que desde la última fila no pudiesen saber que ese que entraba y salía de escena cambiando de personaje era el mismo actor.

 Son retos interpretativos y físicos, reales. Hay que intentar hacerlo mejor cada vez.

WW- ¿Eres muy exigente?

EO- Yo me la juego cada vez que salgo y cuando no sale como yo quiero, me enfado un poco. Hay días que quedaba muy contento con el resultado y me decía: “Hoy ha salido bien, no se ha notado nada el cansancio, he controlado los agudos de la voz, he respirado bien, no me he cansado tanto…”, pero otros días quedo insatisfecho, para mí es muy importante, no me da igual. Pongo mucha fuerza. Hay una responsabilidad con el escenario que te exige estar ahí.

WW- ¿Cómo es llegar a tus personajes?

EO– En Los Últimos días de Judas Iscariote, yo pude elegir a mis personajes. Había trabajado con Esther Ortega y me propuso hacer esta obra. Desde el principio tuve muy claro que quería ser Satán y Poncio Pilatos.

No quería hacer un Poncio clásico sino algo diferente, un poco macarra con reminiscencia de estatua de soldado romano. Ha sido un proceso muy largo.

Satán al principio era más pizpireta, se reía mucho hasta que Adán Black me dijo, quiero que haya menos movimiento. Al principio me asusté mucho, yo me muevo mucho, pero luego llegué a él. Tú haces una creación de un personaje que no tiene nada que ver contigo.

Además, tengo una suerte enorme, cuando acaba la función no me queda nada del personaje dentro de mí. A veces reflexiono sobre lo que no me ha gustado para intentar mejorar. Hice el Método Gronholm durante tres años y cada vez que abría la puerta y decía la frase de “pasa, pasa tú…” Siempre pensaba “¡qué bien, es como si no lo hubiese hecho nunca!”. Eso me da la oportunidad de hacerlo mejor.

WW- ¿Tienes el sentimiento de evolución constante?

EO– Soy muy realista. No siento apego a las cosas. Cuando algo se acaba, se acaba y este pensamiento me permite seguir adelante y avanzar. Cuando las cosas no siguen, a otra cosa. Además, en esta profesión es todo de la noche a la mañana.

WW- ¿Cuál es el máximo en las artes escénicas?

EO– Lo que más he hecho ha sido teatro por lo que es un lugar en el que yo tengo la sensación de tener un mayor control. Los procesos son más largos, se ensaya más, las cosas son más precisas.

Los textos son muy importantes y en televisión si te los cambian cada dos por tres, ya no puedes decirlo igual, las interpretaciones se quedan por encima porque no profundizas. Deseo hacer tele con cosas más profundas, personajes con dobleces, bien escritos y tramas interesantes. Es un reto que me gustaría cumplir.

WW- ¿Debe un actor saber hacer de todo?

EO– Un actor debe saber hacer de todo lo que pueda.

Mira, aprendí esgrima de forma deportiva y en una función que hice en el Clásico, hice de espadachín y lo utilicé. Además, hice una cosa muy divertida en la última función… cuando aprietas un florete contra el suelo, se arquea, lo sueltas y sale volando, da la vuelta y lo coges. En una película puedes hacerlo porque si fallas, repites la toma, pero en el teatro si fallas queda ridículo.  Ensayé todos los días 100 veces, el maestro de esgrima me decía que si me salía 10 veces de 100, me saldría. Al final, me arriesgue y me salió.

WW- ¿Cómo preparas cada función?

EO– Cada función es diferente. Nunca preparo cada cosa igual. Cuando no hay tiempo me pongo las pilas y en procesos largos siento como que no he estudiado el texto sino que de repente ha ido entrando en mí.

En Los Últimos días de Judas Iscariote me fui emocionando poco a poco con la energía del proyecto y el ver a mis compañeros en acción. Cada día, me quedaba viendo la obra entre cajas, casi hasta mi aparición. Estaba entusiasmado. Hay una frase que dice Satán al final casi al final de la obra en el que se resume todo, es curioso que se diga de boca de Satán, que explica que el fallo está en las personas. Hay una falta de fe.

WW- ¿El teatro como forma de reflexión?

EO– Sí, hay unos temas que a unos les hace reflexionar y a otros no, pero siempre te hace pensar en algún sentido. Tiene que haber cultura para todos y evidentemente para cada uno, por personalidad, pensamiento y sensibilidad le interesan cosas diferentes, hay que intentar llegar a todos los sectores de la sociedad desde el teatro, el cine, la televisión, el lenguaje y la educación.

WW- ¿Cómo estás viviendo el ambiente político que se está tambaleando bajo nuestros pies?

EO– Me gustaría que las cosas fueran de otra forma.

Es una cuestión mundial, es el final de un sistema que no quieren que termine, una lucha de pobres y ricos. Es una pena. En este país no hay una estructura de empleo, no se va a recuperar en un año por que la investigación y la educación no se están cuidando.

Al final, esos que no quieren soltar el poder van a conseguir que se dé la vuelta la nación entera, la gente no va a aceptar vivir como en los años ’70. Las personas tienen límite y esto puede acabar realmente mal. Vivimos muy poco y la gente se cree que a ellos no les va a pasar nada y yo pienso, ¿no se dan cuenta de que se pueden morir hoy? Y aún así, siguen adelante. Es un mundo de manipulación.

Pequeños detalles…

Un consejo: Vive el momento. El día a día.

Una forma de pensar: Sin nudos en la cabeza, tener la cuerda flexible.

Una forma de vestir: Lo más cómodo posible.

Un lugar: Muchos lugares… uno sólo… mi cama.


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