Por Rocío Pastor Eugenio.
Desayunar bajo un Madrid que en Semana Santa se torna lluvioso, con Manuel Galiana es un honor que borra el gris del cielo.
Nombre de referencia dentro del mundo de la interpretación española, ha dedicado toda su vida a las artes escénicas. Para él, la magia que desprende la interpretación es lo que le hace seguir entregado por completo a su trabajo.
Teatro, cine, televisión… ésta devoción a la creación de personajes es la que hace que a día de hoy, a sus 71 años, Manuel siga en pie de guerra defendiendo los escenarios.
Su pasión es real y palpable, tanto que le ilumina el rostro mientras habla y enjuga sus ojos cuando recuerda.
Hoy, deteniendo el tiempo con una sonrisa amable y una actitud cercana y humilde, Manuel Galiana se descubre para WOMANWORD.
Tras leerle la crítica de WOMANWORD sobre su obra, Manuel sonríe agradecido y comenta que la va a recortar para su colección. Un dossier que comenzó de joven y que ahora mantiene al día para regalar al Teatro que, en el pueblo de su madre, lleva su nombre.
WOMANWORD- Háblame de El extraño anuncio…
Manuel Galiana– Es el sueño de un hombre que soñó su propia muerte. Si pretendes entenderlo, es imposible. Marsillach era un hombre muy vivo y muy despierto, con una gran ironía sobre las cosas. Yo me le imagino escribiendo la historia como un experimento, yo no conozco ningún texto dramático basado completamente en una pesadilla y ha creado un espectáculo insólito y singular.
La gente está acostumbrada a una historia lineal, una realidad, pero en la vida hay muchos otros planos. Si la gente no ve más que la realidad chata, no puede entenderlo. La gente tiene que venir a ver la obra con otros ojos comprendiendo que va a entrar en otra realidad.
Para preparar una historia así, uno se la plantea como una historia normal en la que vas combinando los puntos de humor con la angustia de un hombre al que de repente se le van complicando las cosas hasta hacerle ver su propia realidad. Hay muchas imágenes, como temores infantiles, que nos hacen reflexionar sobre nuestros propios sueños.
WW- ¿Cómo creas tus personajes?
MG– Primero parto del texto. En una primera lectura busco una empatía y de ahí me cuelo en lo que va sintiendo ese personaje y aprendo sus sentimientos, qué le ocurre, por qué, cuáles son sus vivencias. Después, aprendo la letra y luego, me expreso como ese personaje que voy a ser y mediante los ensayos se crea la expresión corporal de ese personaje. Cómo es y cómo se expresa.
A mí me gusta mucho el proceso de ensayos, ves como surge el personaje poco a poco y de repente, te ves un día siendo él.
Esto es fantástico, te conviertes en otro sin dejar de ser tu mismo, esto es magia, es lo que más me atrae, por eso jamás he conocido el aburrimiento interpretando. Cuando tengo el personaje estoy deseando estrenar, es una forma de descansar de mí- bromea-, es una atracción tremenda la de ser otro aunque a veces, por la situación, pueda llegar a ser doloroso, siempre hay una evolución constante.
Siempre me vuelco con los cinco sentidos en el personaje, pasas al otro lado del espejo.
WW- Al vivirlo de forma tan intensa, ¿Queda algo de esos personajes dentro de ti?
MG- Siempre he procurado desvestirme completamente. Sólo me ha pasado cuando interpretaba Cirano, que me tenía enganchado totalmente, iba por la calle pensando: “¿Con quién me tengo que batir hoy?” jajaja, pero cuando terminé de interpretarlo volví a ser pacífico.
WW- ¿Por qué actor?
MG- Me di cuenta de que quería dedicarme a esto desde muy pequeñito. Me encantaba contarme historias a mí mismo, tenía tres géneros favoritos: Moros, gangsters e indios. Me sorprendió mucho ver que Laurence de Arabia comenzaba su historia de la misma forma que yo había soñado que comenzaban las mías.
Había un cine cerca de mi casa y me pasaba el día entero allí hasta tal punto que tenían que venirme a buscar: “Manolito, vamos para casa que hay que ir a cenar”.
Tuve la fortuna de que en cuarto de bachillerato, mi profesor de literatura montó un taller de teatro y yo, claro, enseguida me apunté y allí comenzó todo. Conmigo estaba Carabias y Emilio Gutiérrez Cava.
Hubo una noche definitiva en la que asistí a ver Enrique IV en el Teatro Español, dirigida por José Tamayo y con Carlos Demus como protagonista. Esa noche, dije: “Si el teatro es así, yo no quiero ser otra cosa”. Siempre perseguí una noche como esa en el Español. Me sentaba en la plaza de Santa Ana y pensaba: “Yo quiero hacer un Cirano aquí”. Y un día, lo conseguí. Los sueños se cumplen.
WW- ¿Qué es para ti el Teatro?
MG- El teatro siempre transmite algo es un puro ejercicio de inteligencia. Está ahí para que el hombre se reconozca. Siempre se saca algo porque es una representación humana, vea lo que vea, algo se saca sobre la vida, una reflexión sobre el ser humano.
A mí me aporta la satisfacción como intérprete de poder desarrollar un personaje de principio a fin, de forma lógica, cosa que no puedo hacer ni en televisión ni en cine.
Cuando interpretas en el teatro no tienes nada, sólo tu imaginación, tu sueño. Dentro de la mente del actor debe hacer real la verdad de la acción. Tienes que vivirlo.
WW- Eres director y profesor, ¿Cómo aconsejas a tus alumnos?
MG- A todo el mundo le digo que abandone, que no se dedique a esto. Esta es una profesión muy difícil y cruel. Si no tienes suerte, pierdes los mejores años de la vida y luego es difícil incorporarse a cualquier otra labor. Si eres lo suficientemente bueno, vas a continuar te digan lo que te digan.
Yo lo tuve muy claro y no hubo quien lograse hacerme desistir. He tenido mucha suerte, siempre he tenido papeles buenos, no podía dejarlo. Los actores nos vamos cuajando y esto requiere mucho tiempo y trabajo.
WW- Una experiencia que te haya marcado…
MG– El honor de hacer un mano a mano con José María Rodero, en el María Guerrero y luego de gira. Eso fue el colmo. Quien lo ha visto no lo ha olvidado jamás, saltaban chispas entre los dos, es algo mítico. Él me dijo: “tú serás mi sucesor”.
Rodero fue una gran figura, muy exigente, –recuerda mientras se le saltan las lágrimas-, nos hicimos muy amigos, muy amigos. Sería imposible repetirlo, sin él no quiero hacerlo. ¿Dónde ibas a encontrar otro como él?
Cuando empecé a estudiar, tenía catorce años, aprendí una cita de Goethe que dice: “Me gustaría que el escenario tuviese la anchura de una cuerda floja, para que nadie que no estuviese capacitado pudiese atravesarlo”. Cuando leí aquello sentí mucho respeto, siempre lo he tenido presente.
WW- ¿Crees que la gente que sube ahora al escenario, siente ese respeto?
MG- Hay gente muy buena pero, también me encuentro con gente que sube sin formación, ¡sin formación! Es una falta de respeto. Yo cuando subí al escenario, estaba preparado y gracias a eso pude aprovechar la oportunidad. El actor debe estar en continua formación, el que se crea que ya lo tiene todo hecho, está perdido. Cada personaje te enfrenta a algo diferente. El actor que quiera, de verdad, dedicarse a esto, tiene que saber que ha de hacerlo en cuerpo y alma y que va a estar toda su vida estudiando. Los número uno, no existen, existen los buenos y el trabajo constante.
En la interpretación, el instrumento eres tú, tienes que afinarlo a diario, es una labor difícil que si no la vives con pasión, si no te entusiasma y si no investigas sobre ti mismo, no podrás convencer al espectador. Eso es lo que intento transmitir.
WW- ¿Cómo sacar adelante una función y estar al 100% cuando se viven situaciones personales difíciles?
MG– A veces estás constipado o sientes un fuerte dolor que, cuando entras al escenario se corta , desaparece y cuando te bajas de él, vuelve. El día que murió mi madre, actué. No quise suspender la función, cuando mueres mueres, mi madre vivía conmigo, ella estaba descansando, pero estaba y está conmigo. Vive en mis recuerdos.
El teatro es una terapia magnífica, por eso debe enseñarse en los colegios, favorece superar sus complejos, el juego, se libera la fantasía, es fantástico. Formo parte del concurso de teatro escolar y es algo maravilloso.
WW- ¿Podrá conseguir el poder acabar con el Teatro?
MG- Ni aunque quiten las carreras, ni aunque cierren los teatros. El teatro está por encima de todo. Hay magníficos profesores y textos. El teatro no lo hunde nadie, se han hecho todas las intentonas posibles y nadie puede.
El teatro puede molestar a los gobiernos porque siempre ha tenido una actitud crítica contra la sociedad y el poder, pero no ha habido nadie que haya podido acabar con el teatro en todos los siglos que lleva vivo, la necesidad de expresión y de contar algo, de representar es inherente al ser humano. Desde los pueblos primitivos existe la necesidad de representación.
Además, la historia teatral inglesa, francesa y española no se puede hundir.
WW- WW- ¿Ha cambiado el público?
MG-Se ha acostumbrado a la televisión y ese ritmo rápido también está provocando la reacción opuesta, la gente se está cansando y ahora van más que nunca al Teatro. El problema es que aún no saben comportarse dentro de una sala, no apagan el móvil, comen… normalmente, desde la escena luchamos por seguir concentrados ajenos a todo eso.
Pero lo cierto es que hubo una vez, mientras representaba Los chicos de la banda, una de las primeras obras en las que se trataba el tema de la homosexualidad, en 1978, en un pueblo de Andalucía que mientras yo luchaba por sacar adelante un monólogo muy complicado en el que pasaba de la frivolidad al sentimiento, había alguien en el público que no paraba de comer de forma muy ruidosa, hasta tal punto que la energía en el escenario se había perdido y era imposible seguir. Me puse de pie, me dirigí hacia el público y les eche una arenga que se quedaron todos quietos, en silencio… y luego empezaron a aplaudir. Volví a sentarme, me concentré y seguimos adelante.
WW- ¿Existe la jubilación para ti?
MG– No. Mientras la cabeza y el cuerpo resistan, no voy a retirarme. Lo sigo viviendo como si tuviese veinte años y fuese a sonar el teléfono en cualquier momento para ofrecerme el papel de mi vida en una película. Es que me gusta mucho y he tenido mucha suerte, he tenido que rechazar muy pocos papeles. Lo único que siempre he querido es hacer cosas de calidad y que la gente sepa que si Galiana interviene en algo, esa cosa puede ser interesante. Esa ha sido siempre mi ambición.
Esto crea mucha responsabilidad, hay que mantenerse y esa ilusión no la he perdido.
Pequeños detalles…
Un consejo: Pórtate con los demás como quieras que los demás se comportaran contigo.
Un lugar: Madrid.
Una forma de pensar: Lo más limpio posible.
Una forma de vestir: Elegante y cómodo.
No te lo puedes perder
– El Extraño Anuncio, con Manuel Galiana. Hasta el 29 de abril.
– Las chicas de Galiana… Manuel Galiana también actúa como director con la compañía Martes Teatro. No te pierdas sus actuaciones. Ahora, en la sala La Grada con Como si fuera esta noche.
2 comentarios
Preciosa entrevista, gran actor
Es un maestro, le fui a ver cuando leí tu reportaje de extraño anuncio y sólo podía mirarle a el. Felicidades Manuel, Felicidades womanword por ser una revista de tanta calidad