Mi hijo y yo o Le fils à Jo en VSO

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Por Rocío Pastor Eugenio.

Recién estrenada, Mi hijo y yo, la opera prima del guionista y director Philippe Guillard, trae a nuestro país, en versión original, un cine francés cuidado y detallista, que retrata la vida aparentemente tranquila de un pequeño pueblo de la Provenza.

Éste entrañable largometraje ha sido todo un éxito en Francia donde ha llegado a superar el millón de espectadores, por eso, su distribuidora, EMON, se atreve a augurar la misma acogida en nuestro país. Y no es para menos ya que siendo comparada por la prensa inglesa con Billy Elliot, el atractivo del film crece por momentos.

Lo cierto es que Mi hijo y yo habla con mimo de las relaciones entre un padre que, desde su torpeza, intenta proteger y comprender a su hijo, movido por el gran amor que le profesa. Aunque esto no le es fácil.

Tierna y detallista, cercana y natural. Cuenta cómo aceptar y respetar a los que queremos para poder ser felices con aquello que tenemos, con el apoyo y el cariño de los nuestros.

La historia, llevada a cabo por la interpretación de Gerard LanvinOlivier Marchal,Vincent MoscatoKarina Lombard y Jérémie Duvall, entre otros, cuenta cómo Jo Canavaro es, además de viudo, una leyenda del rugby, nieto e hijo de leyendas del rugby a su vez. Para su desgracia, su hijo, Tom, de 13 años es mejor en matemáticas y pasa del rugby, pero para Jo, la tradición es hereditaria por lo que hará mil triquiñuelas para conseguir que su hijo se interese por el deporte.

No es de extrañar que Philippe Guillard, haya elegido éste tema para llevar a cabo su ópera prima ya que él mismo es un campeón nacional de rugby, además de que cuenta con una fructífera trayectoria como periodista deportivo.

Al final, gracias al amor y la comprensión, las aventuras que se desarrollan a lo largo de la historia dejan ver cómo la tradición familiar no tiene, al fin y al cabo, tanta importancia y que el respeto y la convivencia son más importantes, aunque para llegar a la conclusión, los protagonistas deberán recorrer un duro –y para el espectador, divertido- camino hasta logar entenderlo.

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