Mentiría si negase que el cuento de La Cenicienta, siempre me ha resultado atractivo. Ya sea para bien o para mal y en sus diferentes versiones, la historia de cómo la envidia y la codicia son aplastadas por la victoria de la verdad y la bondad sobre la oscuridad del alma, -incluso sin ratoncillos que hablan, cantan y cosen vestidos de fiesta a altas horas de la madrugada-, me resulta increíblemente atractiva.
Y si no que se lo digan al primer artículo que publique en los medios en el año 2007: Buscando a mi príncipe azul entre las ranas, ¿qué encontraré si te beso?
Sea como fuere, La Cenicienta llega ahora en su versión más clásica, dulce y fantasiosa. El Teatro Fernán-Gómez de Madrid estrenó ayer, para deleite de mis ojos, a una Cinderella clásica y contemporánea a la par que expresa sus vivencias mediante la danza.
La representación está realizada por la compañía de danza La Mov. Su historia es la de Perrault, una Cenicienta clásica en un entorno atemporal bajo la música de Prokofiev actualizada de la mano del coreógrafo y director de la compañía, Víctor Jiménez con la ayuda de Pepe Cerdá en la escenografía.
Para Pepe, el director de arte, en la obra hay muchos puntos en común con la pintura: “Los bailarines son llevados sin esfuerzo por sus pies, como cuando se pinta de verdad y la mano va un instante antes que la cabeza”.
Y sin duda, verles bailar sobre un escenario minimalista hace comprender esta frase. A pesar de serla primera vez que la compañía realiza un espectáculo de danza clásica, la perfección en sus movimientos crea en ellos una natural expresión.
Mediante su cuerpo narran una historia y perfilan los diferentes caracteres de cada uno de los personajes que aparecen a lo largo del cuento presentando las virtudes, representadas en una tierna Cenicienta bajo la interpretación de Luciana Croatto; junto con los vicios o contravalores de la sociedad.
Por mucho que cambien las perspectivas, la historia que no pasa de moda. Cierto es que resulta mucho más creíble la versión presentada por LaMov, llena de giros inesperados y puntos de humor con un final de lo más sorprendente y descarado.
Al igual que las cómicas, irreverentes y traviesas hermastras que sorprenden al aparecer en escena con movimientos sincronizados y rápidos jugando con el baile y creando imágenes teatrales de lo más divertidas.
Lo consiguen también de mano de la madrastra de Cenicienta, que un genial Jonatan de Luis Mazagatos interpreta combinando el teatro gestual con la danza clásica y que levanta a la pobre Cenicienta con un solo brazo.
En saltos seguros, movimientos firmes y suspensiones en el aire que parecen durar horas llega a la escena el príncipe enfundado en las mayas de Mattia Furlán. Este veneciano demuestra tener un control absoluto del cuerpo dando a la historia su lado más jazz.
Durante la escena se sucede el clásico con el contemporáneo, el jazz e incluso las sevillanas. La flexibilidad, el trabajo y la ilusión con el que se ha construido este original espectáculo lo convierten en una excusa perfecta para pasar una tarde en familia disfrutando del arte en estado puro.
Una historia contada con pasos de baile coordinados, en perfecta simetría.
2 comentarios
!Como me gustó la obra!DESPUES DE LEER tu articulo, querida womanword no tarde en ir a verla.Fué divertida,tierna,otro final que me dejó sorprendida…deseé por un instante que el principe se acercase a mi para probarme el zapatito…Mattia, aparte de tener un cuerpo que quita el hipo, baila volando, que preciosidad verlo sobre el caballito cabalgando contra el viento…Una forma diferente de ver los cuentos pero bajo una magistral manera de interpretarlos por parte de toda la compañia .hay que ir a verla.
Me gustaría mucho ir a verla y sobre todo tras esta crítica, ha sido uno de los cuentos que marcaron mi infancia sin duda.
Que bien escribes Rocío.