La Caída de los Dioses

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Basada en la historia y guión original de La Caduta Degli Dei de Nicola Badalucco, Enrico Medioli y Luchino Visconti, Tomaz Pandur ha dirigido esta historia de traición, misterio, avaricia y miserias humanas.

En el reparto, Emilio Gavira, Belén rueda, Pablo Rivero (en su debut teatral), Alberto Jiménez, Fernando Cayo, Manuel de Blas, Santi Marín, Nur Levi y Francisco Boira arropados por la música en directo del pianista Ramón Grau dan vida al desclive de una acaudalada familia alemana, duela de una acería durante el III Reich.

Antes de entrar a la Sala 1, Aljosa Aleksej Rebolj ilusta al espectador con Esculturas de Tiempo, su exposición compuesta por fotografías sobre el montaje. Bajo cada imagen, la frase que la acompaña, cuidadosamente seleccionadas en una fotografía sincera y directa que revela a través de su objetivo la expresión, la acción y la dramaturgia de un movimiento escénico perfectamente acompasado y medido sobre las tablas.

El dolor, la burla, la pérdida de la razón en pro del fanatismo absurdo y despersonalizado, sin valores. Las apariencias… todo ello hilado conforma una realidad histórica a la que poco a poco volvemos sin reconocer los símbolos que aunque diferentes, reflejan un mismo camino de codicia, odio y violencia.

El negro, el blanco y el rojo acompañan la puesta en escena con su juego de color, lo impasible, insensible, frío alternan con la violencia, el fuego, la ira.

Wagner baña la sala en trágicos compases mientras el público toma asiento y contempla una lujosa mesa dispuesta para la cena, en ella, Janek, interpretado por Emilio Gavira, espera a la familia. Será él el encargado de dar paso a las diferentes y múltiples escenas compuestas por diferentes escenografías, fotografía y vestuario.

Poco a poco se descubren las mentiras y los sabotajes; los secretos y los rencores familiares, que tuvieron lugar en el asesinato del barón Von Essenbeck y que desencadenarán toda la acción.

Basada en la filosofía de Nietzche y en su obra La caída de los ídolos, se trata el tema cual metáfora del apocalipsis que no es más que el fin de la humanidad, es sobre todo una historia, al igual que la de la humanidad, falta de amor.  En palabras del propio Hitler: “la moral individual ha muerto”.  Cuidado con las palabras pues venden realidades disfrazadas.

La vanguardia en la puesta en escena y en las estudiadas salidas de personaje que experimentan los actores, relajan la acción de una obra compleja, dramática y real.

Cabe destacar los papeles de Belén Rueda como Sophie, la matriarca de la familia. En ella se desarrolla la dualidad entre verdugo y víctima. Aparece siempre perfecta, elegante, preciosa, fría, calmada e inteligente. Pero cuando la soledad se cierne sobre ella se torna vulnerable, triste y presa de una realidad de la que no puede escapar.

Pablo Rivero como Martin, el hijo de Sophie, sorprende en el segundo personaje cuya complicación radica en su marcada transición desde la infantil inocencia hacia la brutalidad de los hombres expresada gracias al trabajo gestual. En la escena se aprecia como su dolor se desagarra, al igual que el de Sophie, al no saber amar ni sentirse correspondido. Esta amargura conduce su amor hacía el odio y la ira pasando de una mirada dulce y distraída a la del frío Führer.

¿Y no fue precisamente esa la razón del masivo seguimiento? Ensalzar el ego humano destruyendo la razón y anulando la capacidad de amar.  Y después de tanto dolor, ¿habremos aprendido a reconocer las señales y luchar contra ello? Tomaz Pandur deja el interrogante sobre la mesa con La Caída de los Dioses.

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1 comentario

  1. Los actores son muy buenos y la historia, una devastadora bofetada de realidad, envidias, orgullos, ansias de triunfar, que hacen que el ser humano quede desmoralizado, y echo trizas

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