Para mí, como para Karl Marx, la premisa clave era que la vida era para vivirla y el trabajo, aunque importante y base para una vida plena y un desarrollo mental y social del individuo, debía ser parte de la misma y no ocuparla en su mayor parte.
Hoy en día no podemos alzar la voz y gritar por aquellos derechos laborales que soñamos, por los que luchamos y los cuales, poco a poco, adquirimos. Hoy en día no podemos gritar por ellos porque los hemos perdido. El taylorismo y la maquinización capitalista del siglo XXI nos han convertido en robots paralíticos en el ámbito vital. Vivimos para trabajar y somos incapaces de concebir una vida más allá del mismo.
El pasado 28 de abril se celebró el día mundial por la seguridad y la salud en el trabajo y resulta más irónico que reconfortante celebrar una fiesta que no tiene sentido. Hoy en día disfrutamos de menos seguridad, menos salud y más precariedad que hace años. Parece absurdo plantearnos que en las minas en 1890 hubiese más salubridad que en una oficina de nuestro siglo, pero evidentemente es así debido a la falta de información que tenemos con respecto a las condiciones laborales y a los riesgos que entraña nuestra profesión.
La Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), denuncia la falta de formación e información de los trabajadores en sus puestos de trabajo, además de la falta de protección que sufren frente a estas contingencias los trabajadores autónomos. Éstos últimos carecen de una protección real frente a enfermedades comunes, laborales o accidentes de trabajo. Deben compaginar su trabajo con su vida diaria sin poder permitirse, pese a pagar religiosamente sus cotizaciones a la seguridad social, la falta a su puesto de trabajo por baja por enfermedad ya que ese día será de pérdidas.
Si esto es así, los trabajadores autónomos cargarán con una sintomatología de estrés superior al resto de trabajadores debido a su exposición a niveles mayores de fatiga. Si aumenta su irritabilidad y se reproducen los cambios psicológicos que produce el estrés, esto afectará a su propio puesto de trabajo, es decir, a su propio negocio, de forma negativa, provocando de nuevo, pérdidas.
Si el pilar de nuestra economía se tambalea y nadie corre a sostenerlo, está claro que el futuro que nos espera no es muy halagüeño. Mientras que el Gobierno anima- de cara- a sus ciudadanos a la creación de pequeñas y medianas empresas, no les ayuda-de cruz- al mantenimiento de las mismas acorde con el derecho laboral.
Si olvidamos la parte social de nuestra sociedad dejaremos de ser humanos para convertirnos en máquinas y bien es sabido que las máquinas a pesar de producir de forma excelente y generar mucho dinero, carecen de sentimientos, de vida y por supuesto, de derechos.
2 comentarios
Me gusta muchísimo este artículo y como comentas todas estas verdades que nadie se atreve a decir
Me ha gustado mucho este artículo. Sigue así.